Doña Ofe, como también era conocida, fue sepultada en su natal Tierra del Canto este mismo jueves, un día después de su fallecimiento.
En noviembre de 2011, Ruta 135 tuvo oportunidad de conversar con la señora Ofelia Carrera Hernández como parte del reportaje “Roban el alma a gigante de acero”, en el que se daba cuenta del final del ferrocarril en la Cañada y del robo de la estructura ferroviaria en Cuicatlán y San Pedro Chicozapotes.
En aquella ocasión, doña Ofelia relató que tanto ella como su hermana Delfina Carrera Hernández nacieron entre el movimiento de los trenes de carga y pasajeros al tener su casa justo frente a la Estación del Ferrocarril en Cuicatlán.
Desde aquel hogar, Ofelia y Delfina miraban trabajar a su padre, don Gregorio Carrera Arroyo, quien fue empleado en el ferrocarril como bastidor.
Originario de Quiotepec, don Gregorio siempre estaba listo para bajar la carga de los furgones que muchas veces era mercancía proveniente de Puebla.
La gran cantidad de gente que llegaba o pasaba por Cuicatlán representaba una oportunidad para las mujeres en la venta de comida. Y así fue como doña Beatriz Avendaño Barbosa, abuela de Ofelia y Delfina, comenzó a vender empanadas, enchiladas, tacos y atoles.
Pronto, la comida de doña Beatriz gustó tanto que ella fue la elegida para preparar los alimentos a los trabajadores del ferrocarril.
“Cuando el tren se paraba aquí, los garroteros y conductores venían por su comida y se la llevaban en sus portaviandas”, narraba en 2011 a Ruta 135 la señora Delfina, quien entonces tenía 64 años de edad.
En aquella ocasión, la señora Ofelia quien entonces tenía 75 años, admitía que sentía nostalgia por la desaparición del ferrocarril.
“Nos ha dolido tanto… porque aquí hemos crecido, aquí hemos vivido. Fue una tristeza muy grande la que padecimos todas las personas que vivimos a orillas de la estación porque el ferrocarril le daba vida al pueblo y nosotros vivíamos de eso”, nos dijo aquel día.
Y agregó: “No es justo que la estación esté en ruinas; es un espacio histórico que debe valorarse por todo lo que implica”. Y es que ella estaba convencida que ese espacio podría ser un atractivo turístico.
“Si el tren siguiera… sería una cosa maravillosa”, expresó en la entrevista.
Hoy doña Ofelia partió del mundo terrenal, pero deja en el recuerdo su sazón y su gran cariño al ferrocarril que alguna vez rodó por su tierra.